
Todo llegará si no le metes prisa al tiempo
En muchas ocasiones me descubro a mí misma abducida por este patrón social —relativamente nuevo— que tiene que ver con las prisas, con pretender lograr las cosas de hoy para mañana, con la inmediatez, con el énfasis en la productividad y en la rentabilidad.
Por suerte, cada vez es más fina la escucha y la conexión que tengo conmigo misma, y logro traerme de vuelta a mí y a la sensatez. Me recuerdo que no se le pueden poner prisas al tiempo —como dice la canción Mundo imperfecto de Sidecars—, que casi todo en la vida es un proceso que necesita su tiempo, y que es necesario detenernos, descansar, aburrirnos, hacer determinadas cosas simplemente por el mero hecho de hacerlas, por que nos gustan, sin necesidad de buscar su rentabilidad.
Lamentablemente, este patrón también se ha trasladado al ámbito de la terapia, y en alguna ocasión durante en las sesiones he escuchado lamentos de este tipo:
“Aquella terapia no me funcionó“
“No entiendo por qué me sigo sintiendo así si ya estoy trabajando en ello.”
“Quiero quitarme este problema cuanto antes.”
“No tengo tiempo para estar mal, ya debería haber superado esto.”
“Pensé que con un par de sesiones me sentiría mejor.”
Todas tienen en común algo muy sutil pero muy profundo: la creencia de que sentir, atravesar, comprender, sanar, deben ser procesos lineales, rápidos y eficaces. Como si estuviéramos arreglando una máquina. Como si pudiéramos sanar nuestra autoestima con unos “tips” y pudiera programarse en fases con fecha de entrega.
Nos cuesta aceptar que iniciar un proceso terapeútico para sanar una autoestima dañada no siempre se parece a avanzar.
A veces sanar es detenerte para escucharte.
Es descansar sin sentir culpa.
Es llorar y permitirte estar triste o cansada o aburrida, sin tratar de buscar un remedio rápidamente.
Es dejar de “aprovechar el día” para simplemente vivirlo, sin rendimiento que medir.
Ayer me despedía de una mujer que ha llegado al final de su proceso de trabajo conmigo, con una mezcla de tristeza y una profunda alegría. Tristeza por el cierre, sí, pero también una inmensa alegría por verla brillar de esa forma tan suya, tan serena y calmada.
Ella no le puso prisas al tiempo, ni me pidió fórmulas mágicas. No exigió resultados, ni quiso saltarse etapas, ni ser su mejor versión ( detesto esta frase)
Se permitió estar. abrirse a su vulnerabilidad. Sentir. Dudar. Avanzar y retroceder.
Se entregó a su proceso de autoindagación con paciencia, con respeto por sus propios ritmos y con muchísima tolerancia consigo misma.
Si bien son muchos los factores que intervienen en un proceso que invita a cultivar el amor propio y una autoestima sana, la actitud que adoptamos para iniciar este camino, en mi opinión es clave.
Porque no somos proyectos, ni algoritmos, ni tareas por completar.
Somos procesos vivos, imperfectos, humanos.
Y cuando nos damos permiso para ser eso… algo dentro empieza a florecer.
Te dejo el Video de Mundo imperfecto de Sidecars y recuerda:
Todo llegará si no le metes prisa al tiempo…
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